martes, 17 de noviembre de 2009
El ERE perjudica seriamente la salud, el síndrome del superviviente.
Puede que tú seas uno de esos afortunados que estás dando gracias a Dios por no estar en ‘la lista’ pero que no te sientes aliviado, sino culpable, y tienes miedo. Afortunadamente, no fuste uno de esos 20.708 trabajadores afectados por expedientes de regulación de empleo del mes pasado y, aunque aún no sabes si serás el siguiente, tienes que seguir adelante sin rechistar; peor lo tienen los que se han tenido que marchar de la compañía... o no.
Desde la junta de la Secretaría General de la Federación de Construcción de CC.OO. Reconocen que cada vez son más «los trabajadores que prefieren irse al paro antes de quedarse en la empresa». No quieren tener el denominado ‘síndrome del superviviente’, que ya padecen los empleados de las siete de cada diez compañías que, según la OCU, planean seguir haciendo ajustes, y optan por ir al paro. Pero, ¿qué pasaría si no lo hicieran? Psicólogos, médicos y consultores coinciden. Los ‘salvados’ pasan tras un ERE por las mismas fases del duelo que cualquier persona al vivir el fallecimiento de un ser querido. Parece exagerado, pero es así. Las consecuencias físicas y emocionales de permanecer en la empresa tras un despido masivo repercuten directamente en la salud del trabajador y en los beneficios de la empresa.
Se pasa por tres fases: Culpa por la supervivencia, búsqueda de responsables y autocondenación. «El no saber si podían haber hecho más por sus compañeros es devastador y tras asimilar la situación, empiezan a pensar si la empresa que les ha salvado no hará lo mismo con ellos cuando pase un tiempo prudencial. Los expertos señalan que esta sensación de inseguridad límite se traduce a corto plazo en el envío compulsivo de de curriculums—«aquí no importa el dicho de ‘más vale malo conocido’ y a largo, llegan los trastornos psicológicos y físicos que afectan en igual medida a mandos, técnicos y empleados.
Los trastornos serian: «Primero, empieza a alterarse el proceso de sueño, lo que interfiere profundamente en los mecanismos cerebrales. Los efectos más llamativos e intensos llegan con la bajada del funcionamiento del sistema inmunitario, que hace al trabajador más susceptible de padecer catarros o gripes aún en épocas en las que no tienen por qué enfermar». «Por último, afecta al sistema digestivo y a la tensión arterial; el corazón termina resintiéndose.
No sólo se mide la influencia de este síndrome en el absentismo, sino en el rendimiento del que aguanta al pie del cañón: «Descenso de productividad, pérdida en la capacidad de decisión...» y así una larga lista de enemigos que, en plena crisis, una empresa no se puede permitir si quiere mantener su nivel de competencia e innovación.
Pero lo hace, porque muchas compañías, ajenas a esta realidad, reestructuran íntegramente la empresa sin tener en cuenta el factor de desubicación tras la pérdida. Es decir, los que se quedan suelen ser recolocados y asumir, si no más tareas, labores diferentes en lugares físicamente distintos, algo que termina por desorientar al trabajador aún más si cabe. «Cada vez están más desmotivados, pierden el compromiso y se vuelven como autómatas», estás en manos de otras personas y tú lo ves, y por mucho que intentes lo contrario, no tienes más remedio que aceptarlo.
Asúmelo amigo mío, no es tan fácil quedarse, sino que se lo digan a los trabajadores de France Telecom. Que decir si además eres externo o de una subcontrata, bueno estos trabajares ya tienen su propio síndrome, el de la explotación.
Vía.Abc.
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